NOTRE-DAME DE FONTGOMBAULT (Indre, 1948)
Le monastère de Fontgombault fut fondé en 1091 par Pierre de l'Étoile, avec des ermites qui vivaient dans les environs. L'abbaye fut fermée en 1742. À partir de 1849, une communauté de moines cisterciens y vécut jusqu'en 1905. En 1948, le monastère fut restauré par un groupe de moines venus de Saint-Pierre de Solesmes.
ABBAYE NOTRE-DAME DE FONTGOMBAULT
36220 FONTGOMBAULT
FRANCE
Tél. : 02 54 37 12 03
Fax : 02 54 37 12 56


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ABBAYE NOTRE-DAME DE DONEZAN - CARCARNIÈRES

Ce monastère a été fondé par l’abbaye de Fontgombault (Indre) à l’automne 1994 sur le site de Gaussan. Dans le but de trouver une plus grande solitude, le monastère se déplace maintenant dans un endroit encore plus reculé. 

Communauté AbbayeAbbaye Saint Paul Wisques . Choeur de l'église de l'Abbaye Notre Dame deTriorsL'abbaye Notre-Dame de Triors renoue avec un long passé monastique : en 1984, quatorze moines bénédictins de Fontgombault répondent à l'invitation qui leur est faite de s'établir dans le château de Triors construit au XVII° siècle par Charles de Lionne de Lesseins, abbé commendataire de Saint-Calais non loin de Solesmes.
    Le site, ample plateau verdoyant adossé aux collines et face au Vercors, se prête à la vie de silence et de travail des moines, qui y perpétuent la tradition monastique de la région.
procession
La vie bénédictine interrompue par la Révolution est restaurée en France par Dom Guéranger, en 1833, à Solesmes (Sarthe).
C'est cette communauté qui relève l'antique abbaye de Fontgombault (Indre) en 1948.
Envoyés de Fontgombault, les premiers moines arrivent à Randol en mai 1971 et le nouveau monastère est "inauguré" le 16 octobre de la même année.
Le prieuré de Randol est érigé en Abbaye la 21 mars 1981 et le premier Abbé de Randol, Dom Éric de Lesquen, reçoit la bénédiction de l'évêque de Clermont, le 24 juin de cette même année.
La dédicace de l'église abbatiale est célébrée solennellement le 5 octobre 1985.

Le 15 novembre 2003, les moines de Randol élisent leur deuxième Abbé, Dom Bertrand de Hédouville, qui reçoit la bénédiction le 30 janvier 2004. 

There were so many vocations that Fontgombault had to found new monasteries. As the American novices needed to get a solid formation, the project to found in America was put off for many years, but not forgotten.
Beginning in 1991, Dom Antoine Forgeot, abbot of Notre-Dame de Fontgombault Abbey began to make exploratory trips to the United States, accompanied by Dom Francis Bethel. After visiting many sites in several states and after many hesitations, a property was found in 1998, in the diocese of Tulsa, Oklahoma, that struck the abbot and many others as very well suited for the American foundation. It was a ranch located along Clear Creek. The idea was approved by the Chapter of the French abbey and on the feast of the Assumption of that same year 1998, a charter was signed between the abbot of Fontgombault and the bishop of Tulsa formally recognizing the existence of the new foundation.

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segunda-feira, 17 de agosto de 2015

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI AL CONGRESO INTERNACIONAL DE LA CONFEDERACIÓN BENEDICTINA

La espiritualidad benedictina es la espiritualidad del siglo XXI.

La espiritualidad benedictina es la espiritualidad del siglo XXI.

   La espiritualidad benedictina es la espiritualidad del siglo XXI, porque aborda los problemas que afrontamos hoy: servicio, relaciones, autoridad, comunidad, equilibrio, trabajo, sencillez, oración y desarrollo espiritual psicológico.  Su importancia radica en que la espiritualidad benedictina ofrece más un modo de vida y una actitud mental que un conjunto de prescripciones religiosas. Después de todo al modo de vida benedictino se le atribuye la salvación de la Europa cristiana de los estragos de la Edad  Media. Y en una época que tiende de nuevo a la autodestrucción, al mundo puede interesarle preguntar cómo lo hizo.
             La Regla benedictina no es un tratado de teología sistemática. Su lógica es la lógica de la vida cotidiana vivida en Cristo y vivida como es debido.
             Algunos apuntes históricos sobre Benito.-
             Benito de Nursia nació el año 480. Cuando era estudiante en Roma, se cansó de la decadente cultura circundante y se marchó a vivir una vida espiritual sencilla como ermitaño en la campiña de Subiaco, a unos cincuenta kilómetros de la ciudad. No mucho tiempo después, sin embargo, fue descubierto tanto por los habitantes de la zona como es por algunos discípulos que también buscaban un modo  de  vida más lleno de sentido. De estas relaciones brotó la vida monástica que, posteriormente, abarcaría toda Europa. En nuestros días hay más de catorce mil comunidades de hombres y mujeres benedictinos y cistercienses que viven bajo ésta regla. 
             Además de los monjes y monjas profesos que siguen el modo de benedictino, hay innumerables laicos del mundo entero que encuentran también en la regla una guía y un fundamento para su propia vida en medio de un mundo caótico y cuestionador.
     Comentario espiritual sobre un breve texto extraído del Prólogo de su Regla. 
Y el Señor, que busca a su obrero entre la muchedumbre del pueblo al que dirige esta llamada, dice de nuevo: <<¿Quién es el hombre que quiere la vida y desea ver días felices?» (Sal 34,13). Si tú, al oírlo, respondes «Yo», Dios te dice: «Si quieres poseer la vida verdadera y eterna, guarda tu lengua del mal y que tus labios no hablen con falsedad. Apártate del mal y haz el bien; busca la paz y síguela» (Sal 34,14-15). Y si hacéis esto, «pondré mis ojos sobre vosotros, y mis oídos oirán vuestras preces, y antes de que me invoquéis» diré: «Aquí estoy» (Is 58,9). ¿Qué cosa más dulce para nosotros, carísimos hermanos, que esta voz del Señor que nos invita? Ved cómo el Señor nos muestra piadosamente el camino de la vida. Ciñamos, pues, nuestra cintura con la fe y la práctica de las buenas obras y sigamos sus caminos guiados por el Evangelio, para merecer ver en su reino a «Aquel que nos llamó a su eterna presencia» (1 Tes 2,12).  
           Para Benito, según se ve, la vida espiritual no es una colección de prácticas ascéticas, sino un modo de estar en el mundo abierto a Dios y a los demás. Luchamos, como es natural, con tentaciones de separar ambas cosas. Es tan fácil decirnos que dejamos a un lado las necesidades de los demás porque estamos atendiendo las necesidades de Dios... Es tan fácil ir a la iglesia en lugar de a casa de un amigo cuya depresión nos deprime... Es tan fácil preferir el silencio a las exigencias de los hijos... Es mucho más fácil leer un libro de religión que escuchar al marido hablar de su trabajo o a la mujer de su soledad. Es mucho más fácil practicar la religión privatizada de las oraciones y las penitencias que pasar por tontos por culpa de la religión cristiana de la visión global y la paz. Sin embargo, en lo profundo de sí mismas todas las tradiciones espirituales, rechazan esas racionalizaciones: «¿Hay vida después de la muerte?», preguntó en una ocasión un discípulo a un venerable maestro. Y éste contestó: «La gran pregunta espiritual de la vida no es si hay vida después de la muerte. La gran pregunta espiritual es si hay vida antes de la muerte». Benito, obviamente, cree que la vida vivida plenamente es vida vivida en dos planos: atención a Dios y al bien de los demás. 
           Piadosos –dice este párrafo- son quienes nunca hablan destructivamente de otra persona–por ira, rencor o venganza– y quienes aportan un corazón abierto a un mundo cerrado y desgarrador.Los piadosos saben cuándo el mundo en que viven les sitúa en una resbaladiza pendiente muy distante del bien, la verdad y lo santo, y se niegan a tomar parte en ese declinante proceso. Y, lo que es más digno de mención, se aprestan a contrarrestarlo. No basta, da a entender Benito, con limitarse a distanciarse del mal. No basta, por ejemplo, con negarse a difamar a los demás, sino que debemos reparar su reputación; no basta con desaprobar los residuos tóxicos, sino que debemos actuar para salvar el planeta; no basta con preocuparse por los pobres, sino que debemos actuar para impedir la pobreza. Debemos ser personas que aportan creación a la vida: «Si hacéis esto -nos recuerda la regla-, "pondré mis ojos sobre vosotros, y mis oídos oirán vuestras preces"». Si hacéis esto, estaréis en presencia de Dios.            Finalmente, en lo que concierne a Benito, la vida espiritual depende de que seamos unos pacificadores pacíficos.
            La agitación elimina de nosotros la conciencia de Dios. Cuando nos motiva la agitación, cuando nos consume" la inquietud, nos sumimos en nuestros planes personales que tienen tendencia a ser siempre desproporcionados. Nos vemos atrapados en cosas que, bien analizadas, sencillamente carecen de importancia, son pasajeras y tienen que ver con vivir cómodamente en lugar de vivir como es debido. Perdemos los nervios porque los niños gritan o las máquinas se estropean o los semáforos duran demasiado. Perdemos el contacto con el centro de las cosas.
            Al mismo tiempo, la tranquilidad pasiva no es el propósito de la vida benedictina. Esta espiritualidad llama a ser amables y dejar una estela de no violencia. Resulta sorprendente que un documento del siglo VI adoptara tal postura en un mundo violento.
            En esta regla de vida sencillamente se ignora la violencia. La violencia no funciona. Ni la violencia política, ni la violencia social, ni la violencia física, ni siquiera la violencia que nos hacemos a nosotros mismos en nombre de la religión. Las guerras no han funcionado, ni tampoco el clasismo ni el fanatismo. El benedictismo, por otro lado, sencillamente no tiene como propósito doblegar, al cuerpo ni vencer al mundo, sino que se dispone, sencillamente, a sosegar un universo permeado por la violencia siendo una pacífica voz por la paz en un mundo que piensa que todo —las relaciones internacionales, la educación de los niños, el desarrollo económico e incluso todo en la vida espiritual- se lleva a cabo por la fuerza,
                        El benedictismo es una llamada a vivir en el mundo, no sólo sin alzar las armas contra los demás, sino haciendo el bien. El pasaje implica claramente que quienes hacen de la creación de Dios su enemigo sencillamente no «merecen ver en su reino a "Aquel que nos llamó a su eterna presencia"». .

   Reflexiones extraídas del libro: La Regla De  San Benito. Vocación  de EternidadJOAN CHITTISTER, O.S.B.

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI AL CONGRESO INTERNACIONAL DE LA CONFEDERACIÓN BENEDICTINA

DE EN ES FR IT PT ]

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL CONGRESO INTERNACIONAL
DE LA CONFEDERACIÓN BENEDICTINA


Sala de los Suizos del palacio pontificio de Castelgandolfo
Sábado 20 de septiembre de 2008

Queridos padres abades;
queridas hermanas abadesas:
Con gran alegría os acojo y os saludo con ocasión del congreso internacional que cada cuatro años reúne en Roma a todos los abades de vuestra Confederación y a los superiores de los prioratos independientes, para reflexionar y discutir sobre las modalidades con las cuales encarnar el carisma benedictino en el actual contexto social y cultural, y responder a los desafíos siempre nuevos que plantea al testimonio del Evangelio. Saludo, ante todo, al abad primado dom Notker Wolf y le agradezco las palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Saludo, asimismo, al grupo de abadesas, que han venido en representación de laCommunio Internationalis Benedictinarum, así como a los representantes ortodoxos.
En un mundo desacralizado y en una época marcada por una preocupante cultura del vacío y del "sin sentido", estáis llamados a anunciar sin componendas el primado de Dios y a realizar propuestas de posibles nuevos itinerarios de evangelización. El compromiso de santificación, personal y comunitaria, que queréis vivir y la oración litúrgica que cultiváis os habilitan para un testimonio de particular eficacia. En vuestros monasterios sois los primeros en renovar y profundizar diariamente el encuentro con la persona de Cristo, a quien tenéis siempre con vosotros como huésped, amigo y compañero. Por eso, vuestros conventos son lugares a donde hombres y mujeres, también en nuestra época, acuden para buscar a Dios y aprender a reconocer los signos de la presencia de Cristo, de su caridad, de su misericordia. Con humilde confianza no os canséis de compartir, con cuantos requieren vuestra asistencia espiritual, la riqueza del mensaje evangélico, que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, dispuesto a abrazar en Cristo a toda persona. Así seguiréis dando vuestra valiosa contribución a la vitalidad y a la santificación del pueblo de Dios, según el carisma peculiar de san Benito de Nursia.
Queridos abades y abadesas, sois custodios del patrimonio de una espiritualidad anclada radicalmente en el Evangelio. "Per ducatum evangelii pergamus itinera eius", dice san Benito en el Prólogo de su Regla. Precisamente esto os compromete a comunicar y dar a los demás los frutos de vuestra experiencia interior. Conozco y aprecio mucho la generosa y competente obra cultural y formativa que tantos monasterios vuestros llevan a cabo, especialmente en favor de las generaciones jóvenes, creando un clima de acogida fraterna que favorece una singular experiencia de Iglesia. En efecto, es de suma importancia preparar a los jóvenes para afrontar su futuro y responder a las múltiples exigencias de la sociedad teniendo como referencia constante el mensaje evangélico, que siempre es actual, inagotable y vivificante. Por tanto, dedicaos con renovado ardor apostólico a los jóvenes, que son el futuro de la Iglesia y de la humanidad. En efecto, para construir una Europa "nueva" es necesario comenzar por las nuevas generaciones, ofreciéndoles la posibilidad de aprovechar íntimamente las riquezas espirituales de la liturgia, de la meditación y de la lectio divina.
En realidad, esta acción pastoral y formativa es muy necesaria para toda la familia humana. En muchas partes del mundo, especialmente en Asia y África, hay gran necesidad de espacios vitales de encuentro con el Señor, en los cuales, a través de la oración y la contemplación, se recupere la serenidad y la paz consigo mismos y con los demás. Por tanto, con corazón abierto, no dejéis de salir al encuentro de las expectativas de cuantos, también fuera de Europa, expresan el vivo deseo de vuestra presencia y de vuestro apostolado para poder gozar de la riqueza de la espiritualidad benedictina. Dejaos guiar por el íntimo deseo de servir con caridad a todos los hombres, sin distinción de raza o de religión. Con libertad profética y sabio discernimiento, sed presencias significativas dondequiera que la Providencia os llame a estableceros, distinguiéndoos siempre por el equilibrio armonioso de oración y de trabajo que caracteriza vuestro estilo de vida.
Y ¿qué decir de la célebre hospitalidad benedictina? Es una peculiar vocación vuestra, una experiencia plenamente espiritual, humana y cultural. También aquí debe haber equilibrio: el corazón de la comunidad debe abrirse de par en par, pero los tiempos y los modos de la acogida han de ser bien proporcionados. Así podréis ofrecer a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo la posibilidad de profundizar el sentido de la existencia en el horizonte infinito de la esperanza cristiana, cultivando el silencio interior en la comunión de la Palabra de salvación. Una comunidad capaz de auténtica vida fraterna, fervorosa en la oración litúrgica, en el estudio, en el trabajo, en la disponibilidad cordial hacia el prójimo sediento de Dios constituye el mejor impulso para despertar en el corazón, especialmente de los jóvenes, la vocación monástica y, en general, un fecundo camino de fe.
Quiero dirigir unas palabras en especial a las representantes de las monjas y religiosas benedictinas. Queridas hermanas, también vosotras, como otras familias religiosas, sufrís por la escasez de nuevas vocaciones, sobre todo en algunos países. No os desaniméis; al contrario, afrontad estas dolorosas situaciones de crisis con serenidad y con la convicción de que a cada uno no se le pide tanto el éxito cuanto el compromiso de la fidelidad. Lo que se debe evitar absolutamente es la falta de adhesión espiritual al Señor y a la propia vocación y misión. En cambio, perseverando fielmente en ella, se confiesa con gran eficacia también ante el mundo la firme confianza en el Señor de la historia, en cuyas manos están los tiempos y el destino de las personas, de las instituciones, de los pueblos, y en sus manos debemos ponernos también por lo que respecta a las actuaciones históricas de sus dones. Haced vuestra la actitud espiritual de la Virgen María, dichosa de ser "ancilla Domini", totalmente disponible a la voluntad del Padre celestial.
Queridos monjes, monjas y religiosas, gracias por esta grata visita. Os acompaño con mi oración, para que en vuestros encuentros de estas jornadas del congreso podáis discernir las modalidades más oportunas para testimoniar visible y claramente, mediante el estilo de vida, el trabajo y la oración, el compromiso de una imitación radical del Señor. Que María santísima sostenga todos vuestros proyectos de bien, os ayude a tener siempre la mirada puesta en Dios, antes que en cualquier otra cosa, y os acompañe maternalmente en vuestro camino.
A la vez que invoco abundantes dones celestiales en apoyo de todos vuestros generosos propósitos, os imparto de corazón a vosotros y a toda la familia benedictina una especial bendición apostólica.

ORA ET LABORA VT IN OMNIBVS GLORIFICETVR DEVS


ORA ET LABORA VT IN OMNIBVS GLORIFICETVR DEVS
Traducción, compilación y ampliación del Pbro. Miguel Zavala-Múgica+, a partir del texto inglés de Wikipedia: la enciclopedia libre.
Visión de San Benito:Contemplando la pequeñez del mundo, recogida en un rayo de sol.- Monasterio de Stiftskirche Einsiedeln.Miniatura en un Gradual (libro litúrgico) de 1684.
Benito de Nursia (también llamado, según la forma original latina: "Benedicto", de Benedictus = "bendito") (c. 480 - c. 547) fue un monje italiano –en algún momento, al principio de su vocación, un eremita-, fundador de comunidades monásticas cristianas y autor de un libro: una Regla monástica cenobítica -es decir, de monjes que viven comunitariamente. El propósito principal de esta Regla, puede enunciarse con palabras tomadas de ella misma: "que Cristo ...nos lleve a todos juntos a la vida eterna" (RB 72:12). La Iglesia occidental canonizó a Benito en 1220. En el siglo XIX, en la Iglesia de Inglaterra (y de ahí toda la Comunión Anglicana), con el Movimiento de Oxford, se reanimó el monasticismo -y en particular el monasticismo benedictino y la figura de Benito-, dentro del Anglicanismo.
1. Introducción.
Benito no es, en modo alguno, el fundador de la vida monástica cristiana, ésta existía ya desde el siglo II, originada en los desiertos de Siria y Egipto. Benito, de hecho, tomará como base la síntesis de un producto muy maduro de la vida y cultura monásticos: la Regla de San Basilio (siglo IV), que hasta el presente se sigue en la Iglesia Ortodoxa. Benito intentó educar a buenos monjes -para que fuesen buenos cristianos-, llevando una vida consagrada; no es su culpa ni fue su plan, el poder feudal que después -para bien o para mal-, llegaron a tener los monasterios y abadías, ni el uso político que los señores, reyes, papas y obispos dieran a su Regla y estilo monacales, como el uso que Carlomagno dio a los monjes benedictinos para la educación de sus nobles, esos productos históricos fueron acumulándose y debiéndose a múltiples circunstancias posteriores.
Con los siglos, la Regla de Benito sería impuesta –muchas veces arbitrariamente-, sobre otros estilos de vida monástica, como el celta -de San Columba de Iona-, o el galo -de San Martín de Tours-; por algo es que ahora se dice -no sin algo de pretensión soberbia y política-, que el humilde Benito es el "Patrono de Europa" o que Europa fue "educada por benedictinos", queriendo –muchas veces-, hacer a un lado otras bases que Europa tiene también en su paganismo original, en la cultura clásica, y hasta en otras formas alternativas dentro del propio cristianismo. Habría que tener cuidado con tales expresiones que –además de honrar a quien honor merece, como Benito de Nursia, reflejan también un proyecto de poder.
2. ¿OSB: Orden de San Benito?
San Benito fundó doce comunidades de monjes, la mejor conocida de las cuales sería el monasterio de Monte Cassino, en las montañas del sur de Italia, entre Roma y Nápoles. No hay evidencia alguna de que Benito hubiera intentado tal cosa como la fundación de una orden religiosa. El concepto de "orden religiosa" aún en la Iglesia de Occidente, es sumamente tardío y, de hecho, la Orden de San Benito (OSB) -en cuanto tal-, es de un origen relativamente moderno; siendo muy estrictos, podríamos decir que se remonta apenas al siglo XIX, cuando -en tre los papados de Pío IX y León XIII-, se revitalizó y reorganizó la vida benedictina en la Iglesia Católica Romana, y se sujetó a la autoridad de un Abad Primado (figura hasta entonces desconocida), con sede en Roma.
Lo más que llegó a existir en cuanto a estructura sistémica monástica benedictina -durante la Edad Media-, pese a todo el poder de las abadías (o quizá más bien a causa de ello), fue una confederación de congregaciones dentro de las cuales, las abadías benedictinas (tradicionalmente autónomas), solían afiliarse para mejor apoyar y representar sus comunes y mutuos intereses, sin dejar su autonomía interna [1] .
Como ya se ha dicho, Benito dejó una Regla monástica con preceptos de vida, espiritualidad y organización para sus monjes, se la conoce comúnmente como:Regla de San Benito, (RB). En ella, Benito reconoce su deuda con la Regla de San Basilio, si bien depende en mucho, también, de la Regla de San Juan Casiano (ca. 360 – 433, uno de los llamados Padres del Desierto) y muestra una fuerte afinidad con un documento monástico anterior conocido como: La Regla del Maestro, usualmente referida con las siglas RM. La Regla de Benito contiene un espíritu único de balance, moderación, sentido de lo razonable (επιεικεια, epieikeia), lo cual persuadió a innumerables comunidades monásticas -tanto masculinas como femeninas- de la Europa medieval, para adoptarla. De aquí que a Benito se le atribuya el título de "Patriarca de los monjes de Occidente".
3. La "biografía" de Benito en el II Libro de los Diálogos de Gregorio Magno.
El único relato antiguo de la vida de San Benito que se conoce, es el II de cuatro volúmenes de la obra de San Gregorio Magno, conocida como Diálogos, (ca. 593). Este II Libro de los Diálogos consiste en un prólogo largo y treinta y ocho breves capítulos. El historiador de la antigüedad romana -del siglo XIX-, Thomas Hodgkin, alaba la vida de Benito escrita por Gregorio Magno, como “la biografía del más grande de los monjes, escrita por el más grande de los papas -él mismo, un monje.”[2] .
El relato de Gregorio, no es -en modo alguno-, una biografía en el moderno sentido de la palabra. Antes bien, se trata de un relato espiritual acerca del gentil y disciplinado abad. En una carta al Obispo Maximiliano de Siracusa, Gregorio declara su intención respecto de estos Diálogos, diciendo que se trata de una especie de florilegio (en latín: "ramillete de flores", una especie de antología) de los más sorprendentes milagros de santos italianos[3] . Gregorio no se propuso escribir un relato histórico –cronológicamente organizado-, de la vida de San Benito, pero basó sus anécdotas en testimonios directos. Para establecer su autoridad, Gregorio explica que su información procede de lo que él consideró como las mejores fuentes: un grupo de discípulos de Benito que -habiendo vivido con él-, atestiguaron sus milagros. Estos seguidores, son -según el propio Gregorio: Constantino, sucesor de Benito como abad de Monte Cassino, Valentiniano, Simplicio, y Honorato, que era abad de Subiaco cuando Gregorio escribió sus Diálogos.
En los días de Gregorio, la historia no era reconocida como un campo de estudio independiente; se trataba de una rama de la gramática o de la retórica, y la historia (entendida simplemente como ‘relato’), resumía el saber de los entendidos cuando éstos escribían lo que en aquellos tiempos se consideraba como "historia" [4] . Así las cosas, el II Libro de los Diálogos es una auténtica pieza de hagiografía medieval, desarrollada en el marco de una conversación entre el Papa Gregorio y su diácono Pedro, diseñada para ilustrar con lecciones espirituales.
4. Vida temprana de Benito.

Benito fue hijo de un pequeño noble rural romano de Nursia (la moderna Norcia, en Umbría,véase el mapa), la tradición que acepta Beda el Venerable, le hace tener una hermana gemela:Escolástica. La narración de Gregorio hace imposible suponer a Benito más joven de 19 ó 20 años. Debe haber sido lo suficientemente mayor como para -a mediados de sus estudios literarios-, hacer consciencia del sentido auténtico de la disoluta y licenciosa vida de sus compañeros, y para haberse sentido profundamente decepcionado del amor de una mujer (Ibíd. II, 2). Fue capaz de sopesar estas cosas a la luz del Evangelio según se entendía en su tiempo, y escogió lo segundo. Estaba al principio de su vida, y tenía la disponibilidad de medios para haber mantenido la vida de un romano con alguna fortuna; claramente no se trataba de un niño. Si se acepta el año 480 como el de su nacimiento, podemos fijar el año 500 como el de su abandono de los estudios y de su salida de casa.
Benito no parece haber abandonado Roma con el propósito de dirigirse a una vida de eremita, sino sólo para encontrar algún sitio lejano a la vida de la gran ciudad; además, llevó consigo a su antigua nana como ama de llaves, y se establecieron para vivir enEnfide, junto a la iglesia de San Pedro, en alguna clase de asociación con una "compañía de hombres virtuosos", simpatizantes de sus sentimientos y visión de la vida. Enfide -que la tradición de Subiaco identifica con la moderna Affile, está entre las montañas de Simbruini, a unos veinticinco Km. de Roma y a dos de Subiaco.
A corta distancia de Enfide está la entrada de un estrecho valle que, entrando por las montañas, lleva directamente a Subiaco. Cruzando el Aniano, y dando vuelta a la derecha, el camino levanta sobre el lado izquierdo y de pronto alcanza el sitio de la antigua villa de Nerón, y de la inmensa mole que forman el bajo y el medio lago (Subiaco en italiano, viene del latín sub-lacum = "bajo el lago"); cruzando el valle, están las ruinas de los baños romanos, de los cuales quedan en pie, apenas unos pocos arcos y muros.
Levantándose de la mole -sobre veinticinco arcos bajos, cuyos cimientos pueden aún vislumbrarse-, estaba el puente de la villa a los baños, bajo los cuales las aguas del medio lago se derraman en amplia caída al lago bajo. Las ruinas de estos vastos edificios, y la amplia superficie de muros, cerraba la entrada del valle a Benito, cuando llegó de Enfide; hoy día, el estrecho valle yace abierto ante nosotros, tan sólo cerrado por las montañas en la lejanía. La vereda continúa ascendiendo, y al lado de la barranca sobre la cual corre, se torna más escarpado, hasta que alcanzamos una caverna sobre la cual se alza la montaña casi perpendicularmente; mientras, a la derecha, golpea -en veloz descenso-, hasta donde, en tiempos de Benito, 500 pies abajo, reposan las azules aguas del lago. La caverna tiene una gran forma de abertura triangular, con unos diez pies de profundidad.
De camino a Enfide, Benito conoce a un monje llamado Romano, o Román, cuyo monasterio estaba en la montaña, sobre el risco que cubría la caverna. Román conversó con Benito acerca del propósito que le había llevado a Subiaco, y le colocó el hábito monástico. A consejo suyo, Benito vivió como eremita durante tres años -desconocido para la gente, vivió en la caverna sobre el lago.
5. Vida ulterior.
San Gregorio habla poco de estos años. Ya no se refiere a Benito como un muchacho, ni como un jovencito o niño (puer, en latín), sino como a un hombre (vir) de Dios. Román sirvió a Benito cuanto pudo, llevándole los alimentos, aconsejándole y animándole en su llamado.
Durante esos tres años de soledad, tan sólo interrumpidos por alguna ocasional comunicación con el mundo exterior, y por las visitas de Román, Benito maduró tanto de mente como de carácter, en el conocimiento de sí mismo y del ser humano. Al mismo tiempo, pese a su aislamiento se hizo muy conocido y respetado; tanto, que a la muerte del abad de un monasterio de la localidad (que algunos identifican como Vicovaro), la comunidad vino a él para rogarle que fuese su abad. Benito conocía bien la vida y disciplina de ese monasterio, sabía que
"...sus costumbres eran diferentes de las de él, y por
lo tanto, jamás se pondrían de acuerdo: aún así, a la larga, venció la
insistencia, y (Benito) dio su consentimiento"
 (Ibíd., 3).

Falló el experimento, y los monjes, incluso, tramaron envenenarlo, con lo cual Benito regresó a su cueva. La leyenda dice que primero intentaron envenenarle la bebida, y al bendecirla Benito, la copa estalló. Otra leyenda habla de un envenenamiento posterior, con un presbítero envidioso –Florencio-, quien tratara de poner ponzoña en una eulogia o pan bendito, mismo que fue arrebatado de sus manos a una orden de Benito –que acababa de bendecirlo-, por un cuervo –de los mismos que se criaban en el monasterio-, y que se lo llevó lejos.
Es importante darse cuenta que los milagros atribuidos o relacionados con la vida de Benito, pueden ser interpretados desde el punto de vista del lenguaje simbólico, y no tan sólo interpretarse con una piedad medieval, o desecharse a favor de una biografía más racionalista, que subraye sólo su ejemplo personal de vida. El pan y el vino –por ejemplo-, son siempre tipos de la Eucaristía, el veneno en ellos, representa una triste y dolorosa realidad: los miembros de la propia Iglesia podemos ser (y somos eventualmente) sus peores destructores y profanadores. Los cuervos, que aparecen siempre asociados a los monasterios benedictinos y a Benito mismo, en antiquísimas tradiciones pre-cristianas, representan los instintos naturales del ser humano, el símbolo se explica por sí mismo cuando estas aves se presentan sometidas o domesticadas por Benito.
Benito adquirió fama y nuevos discípulos; se dice que para ellos fundó doce monasterios, cada uno con un superior y doce monjes, en una decimotercera casa, vivía él mismo con unos pocos monjes (Ibíd., 3), y permaneció siendo el abad de todas las casas. Esta historia hay que tomarla con calma, sobre todo pensando en que la estructura “federativa” abacial, fue más un producto medieval, y no pensar en las casas fundadas por Benito, como si se tratara de los monasterios medievales o de épocas posteriores, ni del lujo que caracteriza a las actuales abadías de Montecassino o Subiaco; lo más que vio Benito fueron pequeños grupos de casas modestas, hechas con materiales humildes. El establecimiento de estos monasterios, fue el principio de escuelas para niños; algunos de los primeros en ser allí llevados, fueron los famosos Mauro y Plácido.
La hermana de Benito -Escolástica-, ha sido asociada siempre a su hermano como su comparte femenina en el monacato benedictino. Gregorio Magno recoge una anécdota, según la cual Benito acudía a visitar una vez cada año a Escolástica, acompañado de un monje asistente suyo. Como se hiciera tarde, conversando en la sobremesa de la cena, Benito urgió a retirarse, pero Escolástica le insistió, rogándole que se quedara. Benito se negó, entonces Escolástica guardó silencio, se acodó sobre la mesa, se llevó las manos al rostro y se puso en oración; al poco rato se desató una tempestad de una magnitud típica de la región.


La cena de Benito y Escolástica fresco en uno de los monasterios de Subiaco.
Benito dijo a Escolástica: --"Por Dios, hermana, ¿qué has hecho?", ella replicó: --"Te pedí que permanecieses para conversar un poco más...; pero como te has negado, se lo pedí a quien podía concedérmelo. Ahora, sal si puedes." De regreso en su monasterio, al día siguiente, Benito vio una paloma blanca volar al cielo, al poco tiempo, alguien le informó que Escolástica acababa de morir. Si el símbolo de Benito -en la iconografía propia-, es un cuervo, el de Escolástica es una paloma blanca; la simpática anécdota se conoce como "La cena de Benito y Escolástica", y es uno de los temas más graciosos de la iconografía benedictina -no sólo por la actitud en que Escolástica suele ser representada, sino porque recuerda que hasta el propio Padre fundador -con todo y la Santa Regla-, ha estado sujeto a las contingencias materiales, y bajo la amorosa volunad de Dios.
Benito pasó el resto de su vida realizando el ideal del monasticismo que había planteado en su Regla. Murió enMontecassino, según la tradición, el 21 de marzo de 547. El II Libro de los Diálogos, dice que Benito tuvo una visión sobre su monasterio, que habría de ser destruido tres veces; Benito rogó porque Dios preservara la vida de los monjes. Estas tres destrucciones han ocurrido asombrosamente: la primera de ellas, a manos de los lombardos, a poco de la muerte de Benito, y la última, en un bombardeo de los aliados, en la II Guerra Mundial -dada la sospecha de que en el monasterio se ocultaba un cuartel de las potencias del Eje Roma-Berlín.
Montecassino derruido después del bombardeo de los aliados en 1944.
Nombrado patrono de Europa por el Papa Pablo VI en 1964, su fiesta fue removida -en 1969-, al 11 de julio, fecha que –en muchos lugares-, se celebraba su memoria, desde el siglo VIII [5].


Aspecto actual de la Abadía de Montecassino, reconstruido.
6. La Regla de San Benito.
Un cordero puede bañarse en ella sin ahogarse, mientras un elefante puede nadar en ella…
Este antiguo adagio se refiere a la obra de tan sólo 73 breves capítulos, cuya sabiduría es de dos clases: una espiritual (cómo vivir en la tierra una vida cristocéntrica), y otra administrativa (cómo llevar eficientemente un monasterio). Más de la mitad de los capítulos, describen cómo ser obediente y humilde, y qué hacer cuando un miembro de la comunidad no lo es. Una cuarta parte norma el culto divino (Opus Dei u “obra de Dios”). Una décima parte dice cómo y por quién debe ser dirigido el monasterio; mientras que otra décima parte especifica los deberes pastorales del abad.
La Regla de San Benito es u conjunto de preceptos para la vida monástica cenobítica (en comunidad), bajo un abad. Benito reconoce cuatro tipos de monjes: eremitas (ascetas en vida totalmente aislada), cenobitas, giróvagos ("trotaconventos", o pseudo-monjes vividores) y sarabaítas (entregados a toda clase de vicios bajo la apariencia monástica, Benito evita perder el tiemo hablando de ellos), los dos primeros, honorables, y los dos segundos detestables.
Desde el siglo VII, la RB ha sido adoptada también por comunidades femeninas. En mil quinientos años de existencia, ha llegado a ser la guía de la vida monástica en comunidad, en el Occidente Cristiano, y la base de sus desarrollos ulteriores tanto en el Catolicismo Romano como en el Anglicanismo (sobre todo en ciertos momentos del siglo XVII con el reavivamiento de vida en comunidad de Nicolás Ferrar, y del siglo XIX, con el Movimiento de Oxford).
El espíritu benedictino se resume en el lema bipartita que más adelante analizaremos: Ora et Labora / Ut in ómnibus glorificetur Deus: "Ora y Labora para que en todo sea Dios glorificado." En comparación con otras reglas más antiguas, la RB provee una vía media entre el celo individual y el formulismo institutional. Tal vía media la hizo muy popular en la Edad Media.
Benito se preocupa por las necesidades más pequeñas de los monjes, llega a recomendar que no duerman con los cuchillos a la cintura (costumbre de su tiempo), para evitar que se hieran. Se interesa por establecer el orden debido, amén de equilibrar la naturaleza relacional de los seres humanos, así como proveer una autoridad central (el abad) ante quién dirimir dificultades y balancear el esfuerzo individual (ascetismo), y el crecimiento espiritual para cumplir la vocación humana: la theosis o divinización de la persona mediante la Gracia de Dios.
7. Numismática de San Benito: La Medalla tradicional.
Esta medalla –originalmente era nada más que una cruz compuesta en memoria de San Benito. Actualmente se trata de una representación cargada de simbolismo, con letras e imágenes representadas dentro de un círculo.

Veamos primero el reverso y después el anverso:

7.a. Interpretación del Reverso.-Aparece Benito, de pie, vestido de hábito benedictino (negro o blanco, no se aprecia dado que la medalla es metálica y monócroma), y revestido de amplia cogulla, con la capucha sobre la cabeza; sostiene la Regla en su izquierda y una cruz en su derecha, en actitud de bendecir. Detrás de Benito se ve un altar (las interpretaciones oficiales sólo ven un par de pedestales a cada lado, que a la vez puede parecer el monumento de una tumba y dos columnas que se yerguen a ambos lados de la figura central. Sobre el altar, y a cada lado, se aprecian: una copa, de la que sale una serpiente, y un cuervo, que sostiene una pieza de pan. Todo el conjunto está rodeado de la frase latina: EIVS IN OBITV NOSTRO PRAESENTIA MVNIAMVR (“Que en nuestra muerte gocemos de su presencia”).


La cogulla, que se parece a una toga de abogado, es una prenda de cuerpo y mangas muy amplias, se otorga a los monjes al llegar a los siete años de vida monástica, significa madurez y maestría en la vida espiritual. Es probable que Benito no conociera este tipo de prendas –desarrolladas durante el Medioevo-, en su Regla sólo habla de una vestimenta sencilla y humilde para los monjes; el simbolismo de la cogulla, sin embargo, casa muy bien con la figura de San Benito. No hay ninguna evidencia, ni indicio de que Benito haya sido un ministro ordenado –ni diácono, ni presbítero-, sin embargo, la actitud de bendición es un rasgo del Abad, como padre de la comunidad de monjes.
El altar podría hacer referencia a la eucaristía como centro de la vida de cualquier comunidad cristiana, su forma de sepulcro se asocia también al propio Cristo; el altar representa: la mesa de la Cena del Señor, el monte de su crucifixión y el sepulcro de donde salió triunfante y resucitado. Esto se aplica a Benito también en dos aspectos: la vida monástica es una muerte simbólica al mundo exterior para practicar un género de vida comunitaria interior y aislado, y la historia que cuenta Gregorio Magno, dice que Benito murió en el Oratorio, durante la Eucaristía, mientras recibía la comunión; el arte benedictino lo representa ya anciano, sostenido por los hermanos Plácido y Mauro.
La copa y el pan –como ya comentamos-, son siempre símbolos eucarísticos; sin embargo, la serpiente y el cuervo representan respectivamente –anécdotas aludidas en el II Libro de los Diálogos-, se trata del veneno (la serpiente) y los instintos destructivos de la naturaleza humana (el cuervo) dominados por la conciencia y la madurez en Gracia. Hay un interesante trasfondo mucho más antiguo en interpretaciones herméticas pre-cristianas –y no por ello necesariamente condenables-, de estos símbolos. La copa y la serpiente también aparecen en la iconografía de San Juan Evangelista, y representan el conocimiento divino. Los cuatro símbolos podrían representar los cuatro elementos: la serpiente a la tierra; el cáliz, al agua; el cuervo, al aire, y el pan, al fuego, cuyo producto es.
Las columnas -si se ven como tales-, se remiten inmediatamente -desde una interpretación hermética, a las del Templo de Salomón: Booz y Yakín, que están representadas por las dos torres en todo templo cristiano que las tenga. Benito fundó una comunidad cristiana, lo dice él desde las primeras letras de la Regla: “Vamos a establecer aquí una escuela del servicio divino…” (el significado en latín, permite también traducir: “taller” en vez de “escuela”); por lo tanto, ambas columnas son la fundación constructiva simbólica de la obra de San Benito.

7.b. Interpretación del Anverso.-
Al centro del círculo va una cruz griega, esto es: de poste y travesaño equimétricos o que tienen igual medida, y que se puede inscribir dentro de un cuadrado. En el poste o línea vertical, van inscritas las siglas: C.S.S.M.L. y en el travesaño (horizontal, o “brazos”), las siglas: N.D.S.M.D., que representan dos versos latinos heptasílabos, con rima consonante, que se interpretan como: CRVX SACRA SIT MIHI LVX / NON DRACO SIT MIHI DVX –“La Cruz Sagrada sea para mí la Luz, no sea el Dragón conductor (caudillo) para mí”. Otra interpretación –quizá menos afortunada, sea la que hace leer el primer hemistiquio: Crux Sancta sis mihi Lux –“Cruz Santa, seas tú mi Luz”.
En los cuatro cantones o ángulos interiores de la cruz, pueden leerse sendas iniciales: C:S:P:B: , CRVX SANCTI PATRIS BENEDICTI ("La Cruz del Santo Padre Benito”).

En torno a la medalla, hay un cintillo igualmente circular, que ostenta otras siglas latinas que han de leerse, comenzando de arriba abajo y de derecha a izquierda, siguiendo la circunferencia, como cuatro versos con rima asonante a/a, a/a – i/a, i/a: V.R.S./ N.S.M.V. / S.M.Q.L. / I.V.B., que –con pocas variantes, se interpretan: VADE RETRO SATANA / NVNQVAM SVADE MIHI VANA—SVNT MALA QVAE LIBAS / IPSE VENENA BIBAS. La variante más conocida diría: “Non suadeas mihi vana” e “Ipse Venenum Bibas”. La traducción castellana sería: “Retírate Satanás / no me disuadas de tus vanidades – Son venenos lo que derramas / tus mismos venenos bebas".
En el tope superior de la medalla suele inscribirse, alternativamente, una de estas dos ternas de siglas: IHS (antigua forma de escribir las tres primeras letras del nombre de Jesús en griego), ó PAX (“Paz” en latín), o bien el refrán benedictino: ORA ET LABORA (“Ora y trabaja”). En el tope inferior –con menos frecuencia, pero con igual propiedad-, se suelen escribir las siglas: U.I.O.G.D., ó V.I.O.G.D. : VT IN OMNIBVS GLORIFICETVR DEVS (“Para que en todo sea Dios glorificado”). Esta frase aparece en el capítulo 57 de la Regla, que habla sobre los artesanos en el monasterio, la ha tomado Benito de la Biblia, de I Pedro 4: 11, pero leamos el contexto de la cita bíblica:
”Cada uno de ustedes ha recibido un don especial, úsenlo sirviéndose –los unos a los otros-, como buenos administradores de la gracia de Dios que se manifiesta en muchas formas. El que habla, que hable conforme a las palabras de Dios; el que sirve, que lo haga por la fortaleza que Dios da, para que en todo Dios sea glorificado mediante Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el dominio por los siglos de los siglos.”
(I San Pedro 4: 10 y 11).
Benito pide que nadie se envanezca por prestar un servicio especial a la comunidad, sino que incluso los precios a los que se venda el trabajo de los monjes-artesanos (una silla, una cesta, una pieza de alfarería…), se den más bajos que en la calle, para que no sólo por la oración, sino por el trabajo también, se glorifique a Dios. De aquí que toda obra de monjes benedictinos, lleve grabada o inscrita de cualquier otra forma, la sigla: U.I.O.G.D.

Cuando en la medalla aparecen juntos los dos lemas benedictinos, la lectura es bellísima: ORA ET LABORA VT IN OMNIBVS GLORIFICETVR DEVS (“Ora y labora, para que en todo sea Dios glorificado).
La medalla fue acuñada por primera vez en 1880 para conmemorar el decimocuarto centenario del nacimiento de San Benito; se le llamó por ello, “Medalla del Jubileo”; su origen exacto, sin embargo, es desconocido, y quizá haya que reconocer un ingrediente de superstición en él.
En 1647, durante un juicio por brujería en Natternberg, cerca de la Abadía de Metten, en Bavaria, las mujeres acusadas, testificaron que no tenían poder alguno sobre Metten, ya que estaba bajo la protección de la cruz. Durante una investigación se halló un cierto número de cruces pintadas en los muros de la abadía, con las letras que ahora vemos en las medallas de San Benito; sin embargo, su significado se había perdido.
Eventualmente, fue hallado un manuscrito del año 1415, que contenía una imagen de San Benito que sostenía un rollo en una mano, y un báculo con un remate de cruz en la otra. Ambos objetos llevaban escritas las palabras correspondientes a las iniciales de las cruces. Comenzaron entonces a acuñarse medallas en Alemania, que se difundieron por toda Europa. La medalla fue aprobada –primero-, por el Papa Benedicto XIV en los Breves del 23 de Diciembre de 1741, y del 12 de Marzo de 1742.


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